jueves, 28 de marzo de 2013

¡Pásatelo bien!

Quererte era como ser una niña pequeña en una montaña rusa. Esperas en la cola durante una eternidad, mirando cómo se suben los demás, cómo gritan y chillan de emoción, cómo se bajan y vuelven a ponerse a la cola. Cuando por fin te toca, el lento remolque te da una nueva vista y perspectiva del mundo circundante - y la sensación de estar completamente viva. Miras abajo, sintiéndote segura en tu jaula de metal acolchada. Estás tan alto que no reconoces los que están en tierra.

Y entonces, se desata el infierno. Caes en picado. El acolchado no basta, y el suelo está a punto de estamparte la cara. Se te vuelve a lanzar arriba, pero una vez más, según la gravedad te ralentiza para otra cima, vuelves a caer. No tienes control. Vas donde te lleve. No hay frenos. Sólo recovecos, y destellos coloridos. Es aterrador y vigorizador.

Al final, se detiene lentamente. Te bajas y trastabillas como un borracho. Ves la gente en la fila. Te vuelves poner a la cola. Pero esta vez, la gente se cuela. Nunca consigues alcanzar cabeza de la fila.

Es hora de irme a casa.

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