Empieza Martes 13. Me llevan avisando desde primeros de mes: “será
martes”….me miran con esperanza de que les arranque las palabras de la
boca. Pero no caía. “Y trece!” Y en ese momento debería haber un trueno, una
bomba de humo, una carcajada maligna. Pero no. Sólo mis cejas levemente más
arqueadas de lo normal preguntan “¿Por qué piensas que será distinto de
cualquier otro martes?”
Y ahora acabo de recordar que cada martes es único. Y cada
lunes. Y cada miércoles. Sea 13 ó 23 o el número mágico entero entre 1 y 31 que
desees. Todos son irreemplazables, irrepetibles. Ésa es la magia verdadera de
la cuestión. Hoy sucederán cosas que no sucederán nunca más y que no han sucedido
nunca antes. Es emocionante, sin ser increíble. Ahí he la belleza absurdamente
simple de esta magia diaria que ignoramos o damos por hecho. Cada día es una
aventura. Si quieres. Claro, que si no quieres, pues habrá que temer el cambio.
Hace años, un martes 13, mi profesor de hípica (sí, soy
repelente, lo sé) “para putear” nos mandó bajarnos de los caballos soltando las
riendas, confiando en las bestias, y dando una voltereta. Yo recuerdo tener
miedo de que el caballo se espantara y me matara de la caída. Hice la voltereta.
Durante años creí que no había pasado nada. Pero la serena quietud del caballo
fue parte de un pequeño milagro para mí. Me quitó el miedo al experimento.
Voy a dormir. Y después, bajaré a ese laboratorio que es el
mundo.
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